Paratext: House of Displacement, 2020
Hangar, Barcelona
Paratext feat. Encura #4
El colectivo CampoBase, que trabaja como plataforma itinerante y está formado por Irene Angenica, Bianca Buccioli, Gabriella Dal Lago, Ginevra Ludovici, Federica Torgano y Stefano Volpato, presentó en el marco del programa Encura#4 ‘House of Displacement’, lo que podríamos traducir como ‘casa del desplazamiento’. Los curadores, afincados en diferentes partes de Italia, y en constante movimiento, hablan, teorizan y piensan sobre el sentido contemporáneo del desplazamiento y el movimiento, así como sobre las consecuencias que esto conlleva. Desde que me invitaron a escribir sobre ello no he parado de analizar cada paso que hago, cómo me muevo y cuánto tiempo me quedo estática en los sitios. Siento el desplazamiento contemporáneo casi como una especie de anti-flâneur: ir deprisa, mirando poco, dejando definitivamente de lado la contemplación en detrimento de la inmediatez. Así nos desplazamos en la red, en el parque, en casa, en las ciudades en las que residimos y hasta en aquellas a las que vamos de visita.
Vuelvo al título y pienso que una casa para el desplazamiento parece totalmente lo contrario a la idea de una casa. Pienso en el pueblo nómada de los nenets, que viven en constante desplazamiento por la remota provincia de Yamal, en Siberia. Son pastores de renos y pasan la mayor parte del año oscilando alrededor de dichos animales, viviendo por y para ellos, gracias a los ellos comen, se visten, duermen y, también, se desplazan. Los trayectos, siempre a trineo encima del permafrost, suelen ser lentos y largos. Pueden llegar a demorarse más de dos horas para recorrer una distancia de dos kilómetros, pues tienen que pasar ríos y zonas peligrosas y eso requiere paradas, concentración y cautela. A lo largo del año atraviesan más de 900 kilómetros del desierto siberiano. Os cuento esto porque dicen que pocas cosas han cambiado en su modo de vida en los últimos cien años y quiero incidir en las que sí lo han hecho. La educación, por ejemplo; el gobierno ruso no permite las escuelas nómadas, por lo que los niños nenets deben internarse en los colegios de la ciudad. Esto, a su vez, conlleva la obligación de disponer de dispositivos móviles para poderlos avisar en caso de que les suceda algo, implementando así una vigilancia que antes les era ajena. Muchos de los niños no logran adaptarse a la vida en la ciudad, se escapan y mueren de frío en medio de la tundra en su camino de regreso a casa. También se les ha tratado de imponer esa velocidad que apuntábamos al principio, tan intrínseca de nuestros tiempos: tienen que disponer de una moto de agua por si acaso necesitan ir más deprisa debido a una urgencia o en caso de accidente. Ver cómo viven los nenets me ayuda a anticipar y analizar las consecuencias de los desplazamientos que se han tratado de diversas maneras en el festival. Algunos son bellos y suaves, como los paseos entre amigas, otros crueles y forzados, en algunos nos controlan, otros modifican un entorno, y algunos llegan a ser tan veloces que carecen ya totalmente de experiencia. Quizá estos cambios a los que los nenets se resisten nos indican, de alguna manera, las transformaciones que hemos sufrido en las últimas décadas.
El proyecto TOMAR IMPULSO a cargo de los editores del colectivo La Más Bella nos sirvió precisamente para esto, para arrancar, fue una especie de prólogo desplazado, una bitácora. Una acción que no solo analizaba los flujos sino que realmente se desplazaba y se deslocalizaba de manera simultánea en tres ciudades: Barcelona, Madrid y Venecia. El taller trataba de especular sobre una posible forma física de estos desplazamientos ya que, como es habitual en la manera de trabajar de los editores, tramaron una propuesta gráfica a través de varios objetos. Salieron ediciones-objeto muy variadas y todas ellas incorporaban la tradicional rueda —no muy apta para ciudades como Venecia— símbolo clásico del movimiento y el globo aerostáticos, – mucho menos habitual; Después cada participante podía añadir otros objetos que ayudaran a definir su propia idea de desplazamiento. Pudimos ver, por ejemplo, un ’rasca y gana’ que escondía ‘el premio’ de ser turista para siempre, mucho más propio de nuestros tiempos.
Anna Irina Russell mostró en CCTV in operation las consecuencias de desplazamientos diarios y rutinarios como ir al quiosco, comprar el pan, acercarse a la tienda de la esquina… ¿Qué pasa cuando nos movemos por la ciudad de una manera cotidiana? A través de un juego de luces que Anna Irina proyectó desde el balcón de Can Felipa, donde se colocó con unos enormes espejos redondos que reflejaban la luz del sol ––y sin dejarse ver–– pretendía provocarnos y mostrarnos los efectos que las cámaras escondidas de vigilancia ocasionan en las ciudades que habitamos: indiferencia, malestar, quejas, curiosidad. Estas eran las reacciones de los paseantes que se veían cegados por la luz que se proyectaba desde lo alto del edificio de la plaza. Para algunos, suscitaba un tremendo interés: ¿Qué era aquel reflejo y de dónde salía? para otros, malestar, pues les daba de pleno en los ojos y les impedía ver bien. Anna Irina solo trataba de dar cuerpo a un rayo que nos enfoca constantemente y que sabe qué hacemos, cómo lo hacemos y trata de averiguar por qué nos movemos. Nos invitaba a pensar en la incidencia de nuestras acciones cotidianas como paseantes de la ciudad.
Lucía Egaña nos acercaba a una bellísima tradición chilena que toma forma en diferentes versiones en Latinoamérica. Se trata de las animitas: unas pequeñas casas para las almas que han muerto de una manera brusca y sin cobijo. Pienso que es una preciosa tradición y que aquí tenemos una parecida aunque menos sofisticada: la de ubicar flores y ofrendas en los márgenes de las carreteras y caminos donde alguien ha muerto por accidente. Lucía nos habla, por un lado, de ese tránsito y flujo de las almas y, por otro lado, de los desplazamientos más crueles avalados por los estados occidentales: los migrantes que han muerto en el mar mediterráneo sin cobijo, sin comida y abandonados a su suerte por parte de todos. La mala salud de nuestros gobiernos los ha dejado de lado hasta para la construcción de esa pequeña animita simbólica que Lucía e Irene habían pensado para ellas. La pequeña casita de hormigón para dichas almas se llegó a construir, pero aun habiéndose retrasado el festival más de 5 meses, los permisos para darles un sitio fijo frente al mar, en la playa de Barcelona, no llegaron a tiempo. Pero no lo iban a negar todo y, aun así, la casita se transportó desde el patio de Hangar hasta la playa y los acompañantes fueron cargándola mientras le iban dejando ofrendas. Tampoco negarán que CampoBase y Lucía, sigan luchando para darle un espacio definitivo.
Sofía Montenegro cerró el festival de la manera más amable y dulce posible; nos invitó a dar un paseo por el Parc Central del Poblenou. TENÍA QUE DECIRLO fue mágico. No sé si era porque se asomaba el otoño y, ya algo abrigados, mirábamos ese resquicio de sol que parecía que se nos escurría entre los dedos, o porque nos hizo ver el poco tiempo que dedicamos a la contemplación. Al llegar al punto de encuentro, Sofía nos dio un mapa y un podcast y nos lanzó solos a recorrer un corto trayecto. Nos incitó a mirar por el goce de hacerlo, nos evocó a un paseo lento, y a una reflexión sosegada. Aunque el mapa nos alentaba a seguir un determinado trayecto, y el audio narraba el camino que Sofía ya había recorrido, en cada momento de nuestro paseo parecían surgir cosas nuevas. En el podcast, la artista conversaba con dos amigas mientras paseaban por el parque de las esculturas. Hablaban de que ese día se estaba grabando un cortometraje, en cambio, nosotros vimos unos jóvenes jugando al baloncesto en esa misma ubicación. Unos jóvenes que ya se habrían esfumado cuando llegaran los caminantes que nos sucedían y nos devolvían la mirada en nuestro camino de vuelta. Para mí, fue mirar algo que tantas veces he cruzado de camino a Hangar y, sin embargo, darme cuenta de una extrañeza que no había percibido jamás. Sofía nos hizo un ejercicio de realidad precioso: hacer en una hora un trayecto que en realidad, podía y suele ser, muchísimo más corto. A través de la conversación nos acercaron a una intimidad natural, y nos hicieron partícipes de una manera de mirar común, con unos ruidosos y marcados pasos. La amistad, la familiaridad, la deriva y el paseo se convirtieron, de golpe, en una experiencia compartida.
Como no podría ser de otra manera, CampoBase no quiso dejar al margen el barrio desde donde operó su residencia a pesar de estar desplazados. En el Paratext se generó un espacio para conversar acerca de las transformaciones que ha sufrido el Poblenou: las fábricas, la abertura al mar, la turistificación, la masificación, y en cómo recientemente se ha ido transformando también en un centro de negocios donde no dejan de construirse oficinas para que trabajadores desplazados oscilen y transiten diariamente en un barrio con alquileres demasiado altos. ¿Cómo es ahora Poblenou? nos preguntábamos ¿es que acaso siempre ha sido de una determinada manera? Quizá la singularidad de este barrio es su particular ‘condena’ de estar en constante cambio y mutación.
Imágenes de registro Violeta Mayoral